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Echando la vista atrás: Balance del año pasado en el que cambió mi vida

By on 21/01/2017 – 04:44  No Comment

Alicia Assad, MAPP '08, Consejera de Salud, fue Miss New Jersey y Rockette de Radio City. Es madre de un hijo que ha sobrevivido a quemaduras, y alguien que ha sufrido varias pérdidas en embarazos. Está comprometida a escribir y hablar acerca de cómo aplicar la psicología positiva en tiempos de trauma y crisis, y de cómo esto puede llevar a la resiliencia y a la esperanza. Para más información, por favor, visita su página web, Crisis Hermosa (Beautiful Crisis). Biografía completa. Los artículos de Alicia se encuentran aquí.



Traducido por Pilar García.

 

El final de 2016 invita a la reflexión, y me encuentro en el pasado mirando las fotos del teléfono, miro los recuerdos que ha dejado en mi familia este año.

Como solo un movimiento del pulgar, las fotos pasan pero no puedo describirlas. Cada vez que hago una pausa para saborearlas, siento que mis hijos vuelven a una versión más rellenita, tal vez más valiosa de sí mismos.

Siempre me sorprende la forma tan rápida que cambian. Naturalmente, siento los signos físicos de envejecimiento que se aceleran cada año. Pero el año pasado mi balance fue el de trabajar duro para ser más amable conmigo misma. Así que  tengo que abrazar a las nuevas arrugas y las manchas solares que he ganado. Ahora celebro el impacto de la autocompasión.

Buscando un balance más amable.

Hice un balance más suave durante el año 2016, porque soy un padre en un mundo donde “la culpa es de mamá” es la tendencia. Quiero hacer lo mejor que pueda para los niños que quiero, pero a veces dar más es poco productivo y mejor es poco realista. Al vincular mis impulsos naturales de perfeccionismo con el remordimiento que tenia tras la lesión de mi hijo por quemadura y el tener que estar viajando, era un martirio.

Los recuerdos de esa experiencia se intensifican si me atrevo a mirar hacia atrás unos pocos años para encontrar la foto de un niño pequeño apoyado en mí después de cortarse el pelo en la primavera del 2013. Vestido de sport con un chaleco rojo y negro, sonrisa tímida y una piruleta en la mano, mi W. fue entonces cuando tenía dos años. Su hermana de cuatro años estaba en el colegio, y yo estaba con él y embarazada de 36 semanas. Estábamos haciendo recados, haciendo la compra, revisando cosas e ir a cortar el pelo de W. era el ultimo recado que tenía en mi lista de quehaceres, asique estaba lista para empezar. Mi bebe nonato tenía problemas y debía ser operado al nacer,  se hablo de provocar el parto a la mañana siguiente.

Nunca acudí a esa cita porque me encontré en la sala de emergencias con W. después de una olla con agua hirviendo se cayese sobre él. Es una foto que captura la escena en la que estoy yo con W. en mi regazo, rodeado de un equipo de médicos que me advirtió que la quemadura había sido tan grave, que no sobreviviría. Sin embargo, como una madre que se ha mantenido en el precipicio de sufrir una perdida insondable, esta memoria inquietante sirve como un recordatorio para apreciar los momento que tengo la suerte de pasar con mis hijos.

Hay fotos que mi marido hizo durante nuestra experiencia en la Unidad de Quemados UCI, una crónica de la época de heridas, cirugías y lágrimas. Una foto de W., rodeado de vendas de aluminio, que me recuerdan a la cota de malla de la armadura, e imaginándome a mi hijo como un pequeño caballero con un espíritu  lo bastante fuerte como para sobrevivir a la batalla me dio esperanzas y me mantuvo en calma.

Por otro lado, mi hija se unió a mí en la cama del hospital con W. que me hablaba de un nuevo vestido para Pascua y una cesta llena de huevos. Esa fiesta se celebraba en el hospital, fue nuestro intento de mitigar la añoranza que sentía por la ausencia de la casa.  En un momento como este he aprendido que hay alegría, incluso en nuestras experiencias más duras.

Las emociones positivas como la gratitud y la alegría mantuvieron sujeto al bebé en mi vientre, durante un mes vi a W. someterse a dos operaciones. Al nacer H. no necesitaba una cirugía inmediata, por lo que cuando volvimos a casa con mi hija, con sus dos hermanos, yo estaba abrumada por la gratitud. En la foto de nuestra reunión yo era una madre afortunada que tuve tres hijos para celebrarlo.

La inversión en el tema de la culpa

Aún así, el tema del balance final de mi año 2013 y nuevamente del 2014 fue la culpa. Mientras que la olla de agua no está en mis manos cuando se quemó W., tomo toda la responsabilidad de la cadena de acontecimientos que condujeron al accidente, porque yo soy su madre. Por lo menos, garantizar su seguridad es mi trabajo.

En 2015, las cicatrices que le han quedado a mi hijo y de las que se ha dado cuenta que las llevara siempre, pueden convertirse en mi ruta de dolor y tristeza grabado en su cuerpo para siempre. Pero hubo un momento conmovedor, que cambio mi perspectiva, y lo recuerdo tan vivo como la noche que pasamos en la sala de emergencias.

Una tarde, W. me pidió que hiciera que desapareciesen sus cicatrices, pero no podía mentirles a aquellos ojos marrones llenos de dolor y a la vez emocionados. A pesar de todos los huesos del cuerpo que le dolían al corregir este mal, yo no podía hacer nada, excepto asegurar a W. que él es el chico más valiente que he conocido. En una ocasión, llevaba las vendas de aluminio como la cota de malla de un caballero que le brillaba en la batalla.

Esto es cuando la autocompasión entró en juego, porque si mi hijo cree que sus cicatrices son un símbolo de su fuerza, debo pensar lo mismo de mis heridas emocionales. Los niños necesitan padres que les muestren lo que esperamos de ellos, y cuando me di cuenta de mi dolor y la pena, podría perjudicar aún más a mi hijo, me dieron fuerzas como si un cambio de ropa limpia se tratase. Tome la decisión de seguir adelante.

Por esta razón, 2016 fue el año de la autocompasión. Busque mis puntos fuertes, independientemente de mis fracasos. Mi reflexión de fin de año revela una versión más feliz, más resistente de mi misma así que creo que esta resolución es un Voy a seguir.

Mirando hacia adelante al 2017

Por diferentes razones, estoy segura de que 2016 nos ha cambiado, y tal vez mis palabras le inspiren. En caso de hacer un viaje al pasado y volver a los momentos que han definido su año, les recomiendo mirar con cuidad. ¿Qué es lo que quieres sentir? Es natural la tendencia a centrarse en lo negativo, pero rumiando el fracaso no va a arreglar lo que está roto, y la culpa tiene el poder de apagar la alegría.

Por esta razón, tengo la mirada hacia el frente, me muevo hacia el 2017 con las lecciones que he aprendido sobre la búsqueda de gratitud y esperanza en la adversidad. Voy a seguir adelante con la autocompasión, confiando en el que, al menos, puedo aprender de mis errores.

Ahora que estoy en un punto en el que puedo experimentar más alegría que culpa, mi objetivo es el de ser más consciente durante este año que empieza. Mi nuevo propósito es el de saborear cada momento. Estoy viviendo como madre de niños pequeños que están constantemente cambiando, construyendo rápidamente su camino en el tiempo de mi pasado.

Referencias

Assad, A. (2015). Compassion as a coping mechanismPositive Psychology News.

Assad, A. (2015). Growing through adversityPositive Psychology News.

Neff, K. D. (2011). Self-Compassion: Stop Beating Yourself Up and Leave Insecurity Behind. New York: HarperCollins.

Neff, K. D. (2013). Self-Compassion Step by Step: The Proven Power of Being Kind to Yourself. Sounds True.

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